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La universidad, conciencia crítica

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

El discurso del rector de la UNAM en la apertura del segundo encuentro de rectores del grupo Universia mereció, en muchos medios periodísticos nacionales y extranjeros, menciones destacadas. No fue una oportunidad más de expresar la opinión de otros mexicanos y latinoamericanos: a pocos metros de donde leía su mensaje lo escuchaba el presidente de la República, destinatario de una exigencia respetuosa pero enérgica, igual que otros presidentes que comparten la misma visión sobre la educación, su contribución a las sociedades y la inversión que deben hacer los gobiernos.

El mensaje de crítica y esperanza de José Narro me llevó a releer partes de un libro que tengo por excepcional, como su autor: “De la perplejidad a la utopía”, escrito en capítulos independientes por Carlos de la Isla. Allí reencontré páginas provocadoras y sugerentes. De una de ellas tomé el título para esta colaboración.

De Carlos de la Isla, de su proclama de la universidad como conciencia crítica se pueden desprender múltiples lecciones. Ahora me interesa destacar la obligación de ser participantes de su tiempo, de nuestro tiempo, entre otras vías, mediante la reflexión, especialmente en momentos en que las sociedades son víctimas de sus propios demonios, encarnados en la violencia, el crimen, la impunidad, la corrupción, la ambición, todos ellos humanos y nada más habituales en nuestra especie.

Frente a ese mare magnum de circunstancias difíciles, las instituciones sociales, la escuela en primer término, tienen que dar una batalla ardua pero necesaria: educar a los ciudadanos en las virtudes que nos hagan construir tejidos sociales donde se reinstalen la convivencia, el respeto a la diversidad y la búsqueda de la felicidad para todos.

En esa búsqueda las universidades tienen una enorme tarea, y de ella deben derivarse, entre muchos beneficios, las ideas, las preguntas y las respuestas provisionales, siempre necesarias y siempre urgentes para encontrar la brújula que reoriente el camino. En las universidades no están todas las respuestas, ni deben estarlo, pero sí está la obligación de pensar todas las preguntas.

Afortunadas coincidencias

Tengo por costumbre primitiva, desde hace algunos años, escribir mis colaboraciones periodísticas a mano, en la primera hoja que encuentro disponible. Luego, mientras la tecleó en la computadora tengo la oportunidad de revisarla y corregirla, o como también sucede, desecharla. Esta vez, mientras me disponía a escribir la colaboración de turno, leí en “El país” un artículo que llamó mi atención, por su autoría y por el título: “La ciencia y la universidad reivindican el pensamiento crítico”, escrito en coautoría por Federico Mayor Zaragoza, doctorado honoris causa por la Universidad de Colima y ex director general de la UNESCO.

En su carta los autores se adhieren a un manifiesto firmado en España por más de 900 universitarios y científicos de 45 universidades públicas españolas en defensa, precisamente, del pensamiento crítico. El texto merece una glosa aparte, y por la extensión disponible sólo compartiré un párrafo muy ilustrativo: “Creemos que ha llegado el momento de manifestar en público el malestar latente y de hacer frente al miedo ante la situación que se está creando en el país. Tenemos suficientes razones para pensar así. Entendemos que la generación de conocimiento y la capacidad de crítica son misiones sustanciales de la universidad y son también parte del espíritu científico cuando éste se quiere a la vez cívico y ciudadano. Reivindicamos, pues, el pensamiento crítico. Y pensamos que reivindicar aquí y ahora el pensamiento crítico, como científicos y como intelectuales, incluye asumir la responsabilidad de nuestro trabajo, responsabilidad que ha de ser tanto mayor cuanto más se goza de ese privilegio que es contribuir a la producción y generación de conocimiento. No sólo eso: creemos que el tiempo del silencio ha concluido. Que las comunidades científicas, artísticas y académicas deben impulsar la movilización democrática para la gran transición de súbditos resignados a ciudadanos plenos y participativos.”

Fuente: Periódico El Comentario

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